El niño va adquiriendo poco a poco la madurez para entender sus expectativas y lo que se le pide, el resultado. Sin embargo, cuando las expectativas no concuerdan con el resultado entonces a veces el niño muestra signos de frustración dejando de hacer las cosas, rompiéndolas o haciendo notar que no puede (más bien cree que no puede) hacerlo.

1.- DEFINIR LA FUENTE DE PRESIÓN
La frustración traduce las presiones internas para llevar a cabo un objetivo que no se ha alcanzado. Nos debemos hacer estas preguntas:

  • ¿está demasiado cansado?
  • ¿tiene un horario muy repleto?
  • ¿es un niño perfeccionista?
  • ¿puede identificar la frustración?
  • ¿tiene el niño oportunidades de éxito?

2.- ENSEÑAR NUEVAS REACCIONES A LA FRUSTRACIÓN
NO podemos suprimir toda la frustración, es necesaria para que aprenda a experimentar la realidad, pero deberá aprender formas positivas de hacer frente a los sentimientos.

  • Enseñarle relajación. Contamos hasta tres, cinco o X cuando pensamos que algo nos ha salido mal. Después lo volvemos a mirar y volvemos a pensar cómo nos ha quedado el dibujo.
  • Enséñale a identificar. Ayudarle comentando cómo se siente. A menudo los niños de esta edad no saben diferenciar entre tristeza y enfado.
  • Enséñale a hablar consigo mismo de forma positiva. Por ejemplo, si no te ha salido algo, puedes mirar un dibujo de los que tienes en la pared y pensar “ese me quedó muy bonito, voy a pintar encima de este que no me gusta tanto e intentar que se parezca a ese”.
  • Dividir la tarea en partes. A veces la tarea es difícil y por eso se agobian. No hacerle las cosas, si no hablar con él y explicarle que a veces no nos sale todo lo que queremos.
  • Indicar al niño cuándo debe pedir ayuda. A veces los niños muy perfeccionistas no quieren pedir ayuda. Esto provoca que casi siempre piensa que no ha hecho bien la tarea pero a su vez evita pedir ayuda, por lo que siempre pensará que lo hace mal. Es la pescadilla que se muerde la cola. Debemos decirle que lo intente dos veces y si a la tercera no le ha salido, que pida ayuda. Es importante que le digamos que lo intente, de lo contrario terminará queriendo que siempre se lo hagamos todo.
  • Premiar el esfuerzo y no el resultado. “Qué bonito te ha quedado el dibujo, te has esforzado muchísimo”. Cuando se dé la situación en la que no le ha quedado nada bien y sea necesario repetirlo (por ejemplo, lectura o deberes) debemos decirle frases del tipo “qué bien, has hecho un esfuerzo muy grande. Seguro que con lo mayor que eres puedes intentar mejorar esta parte, con tanto esfuerzo te vas a ganar un buen rato de juego con mamá/papá”. En este caso no se debe borrar toda la tarea, la actividad o lo que esté realizando el niño. Eso creará más frustración.
  • Representar papeles – ser modelo de conducta. Nos presentamos a nosotros mismos como ejemplo: “madre mía, no me sale poner la pieza aquí…bueno, voy a ver aquí en este otro lado (lo vuelvo a intentar). Es aquí. ¡Qué bien me ha quedado!”. También debemos darles ejemplos de lo que hacemos nosotros cuando pensamos que algo lo hemos hecho mal “hoy en el trabajo no me ha salido lo que me han pedido y lo he tenido que repetir. Primero me he puesto muy triste porque no quería que me saliese mal, pero después lo he pensado mejor y me ha gustado más / o lo he vuelto a intentar y me ha quedado mejor”.
  • Reforzar las acciones apropiadas por parte del niño. Hay que felicitarle cuando no muestre respuestas de ira ante la frustración. Lo importante es el refuerzo social y verbal, lo que le digamos cuenta más que algo material.

3.- PONERLE EN SITUACIÓN
Una vez hemos practicado todo lo anterior, ponerle en situaciones controladas y esporádicas para observar cómo reacciona el niño.

Sandra Aguado Llinares

Grado en Magisterio Educación Infantil
Máster en Psicología Infantil y Juvenil
Estudiante de Psicología